¿Podemos mejorar nuestra actitud?
Desde luego, podemos mejorar nuestra actitud en beneficio propio. Los seres humanos podemos cambiar nuestra forma de desenvolvernos en el caso de que nuestro carácter pueda suponer un obstáculo para conseguir nuestros objetivos o, sencillamente relacionarnos con los demás o entender qué nos rodea.
Para entender la actitud, diremos que es una tendencia a actuar de cierta forma que se adquiere en el lugar en el que nos desarrollamos y vivimos, en lo que influyen las experiencias personales, aunque también son importantes los factores personales. Así, podemos definirla en esta cita de James Vander Zanden:
“Tendencia o predisposición adquirida y relativamente duradera a evaluar de determinado modo a una persona, suceso o situación”
Las diferentes actitudes de una persona no son conductas, en sí mismas, si no predisposiciones adquiridas para interactuar de forma social. Se considera a la actitud como el producto final del proceso de socialización, son aprendidas en el seno social y condicionarán las respuestas del sujeto hacia determinados grupos, objetos, hechos y situaciones. Se van construyendo y anclando en cada relación interpersonal. Los individuos incorporan valores, hacen atribuciones y actúan en función de ellas.
Hay que entender que la actitud general de una persona es cómo concibe el mundo que le rodea y de esta forma, una vez que se establecen, configuran la conducta. Según diferentes estudios, es posible modificar la conducta si se modifica la percepción del mundo, es decir, la actitud de la persona.
Aunque el proceso para volver más positiva nuestra actitud puede ser bastante complejo en ciertos casos, es importante moldear los pensamientos que se tienen a lo largo del día hacia una visión más positiva; tal y como afirma Eduard Punset, “somos lo que pensamos”.
En aquellos días en que todo parece salir mal desde el momento en el que nos despertamos, generalmente comienza con una situación problemática (llegar tarde al trabajo y que nos llueva por el camino, por ejemplo) que permitimos que afecte nuestro estado mental. Si las situaciones negativas (experiencias) se repiten cotidianamente, nuestro concepto de la realidad se verá alterado y nuestra visión del mundo será mucho más pesimista y desagradable.
En los menores, las experiencias negativas y el entorno, pueden provocar en un futuro actitudes que causen fracaso escolar, comportamientos violentos o, por el contrario, predisposición por el esfuerzo y tener una mente abierta, amable y comprensiva.